domingo, 24 de mayo de 2009

sometimes I dream of birds

voyaescribirrápidoantesdequesemevaya.


Soñé con pájaros otra vez. Ahora algo muy muy triste.
Estaba en mi cuarto y en mi pared estaba colgada una jaula. La miraba de reojo mientras hacía otras cosas y de repente me llamó la atención y me acerqué. Resulta que de los dos pajaritos que yo sabía estaban ahí sólo quedaba uno ¿Dónde carajo estaba el otro?
No me preocupó tanto dónde estaba el otro cuando miré el aspecto del que todavía estaba. Era un lorito australiano que antes era azul con blanco y ahora era amarillo casi blanco; con el pico todo suave y en general, dado en la madre. No podía recordar la última vez que le dí de comer. Y creo que ahí estaba el problema.
Saqué al pajarito de la jaula y lo puse en mi mano izquierda. Lo sostenía con la palma abierta y, aún así, el pajarito no hacía ningún esfuerzo por irse volando. Más bien no podía. Fui hacia la cocina y agarre unos pedacitos de tomate del refrigerador para darselos de comer.Comió un poquito y el color le casi regresó. Intentó volar, ahora sí, pero no pudo.
Regresé al cuarto y cuando ví la jaula en la que estaba me parecía un milagro que siguiese vivo. La jaula estaba demasiado chiquita para dos pájaros y aunque ya sólo era uno la jaula ya estaba doblada de manera que algunas de las rejitas se habían zafado y parecían punzones. Si quería rehabilitar al pajarito para dejarlo ir tenía que ponerlo en una mejor jaula. (Tenía un sentimiento de resignación, lo lógico era asegurarme de que el pajarito sanara y dejarlo ir porque evidentemente, no pude cuidar ni a unos pobres pájaros).
Recordé que en la bodega del patio de atrás habían jaulas viejas y tal vez ahí encontraría una más grande, aunque sin pintura pero que importaba, para poner al pajarito.
Llegué y la imagen fue tristísima. Ni siquiera puedo describir lo fea que era. Habían varias jaulas, todas con pájaros adentro, algunos incluso muertos, y todas las jaulas estaban dadas en la madre. Todas eran inadecuadas. Unas demasiado pequeñas para un pájaro grande, otras con divisiones exageradas que de ser una jaulota pasaba a ser un edificio de departamentitos incomodos. Los pájaros todos lastimados, con las alas quebradas, los ojos amarillos o cataratosos.
Lo ví y lloré un chingo. Sabía que podía intentar hacer algo por esos pájaros pero quien sabe hace cuánto estaban ahí. Que muy probablemente cualquier cosa que hiciera no iba a ayudar en nada. Como si los pájaros fuesen enfermos terminales en sus últimas etapas.

Me senté y crucé las piernas. Abrí las manos y ahí estaba el pájaro, muerto.

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