domingo, 26 de junio de 2011

June, and twentyfour, in a nutshell

Creces rodeado de amigos. Poco a poco te vuelves más selectivo. Sabes quiénes son y quiénes no son tus amigos. En momentos importa y en otros no tanto. A veces uno quiere palabras de sinceridad y esas le salen mejor a los que no tienen miedo de arruinar una amistad toda la vida. A veces quieres una cerveza y tus mejores amigos están ocupados. Te conformas con cualquier tipo de compañía. Llegas a casa y quieres contarle a alguien de tu día pero no sabes bien a quién le va a importar (o más bien, a quién no le va a dar hueva escucharte). Piensas en maneras creativas de hacer sonar tu día más interesante; para que al menos se lleven una sonrisa o una buena mentada con tu historia. El drama, la exageración y los detalles que mejor omites. Sonries. Te bañas. Te acuestas a dormir pero no puedes. Vas al trabajo. Síclaroquesícómonosaludos. Tic toc. Comes lo que sea. Ves un choque en el camino a casa y te alegras de que no eres tú. Te recibe la puerta de tu casa con el recibo de la luz. Auch. Tu ropa favorita ya no te queda, no has lavado tus sábanas en más de un mes, no encuentras un documento importante. Tu computadora tiene virus pero no tienes tiempo de arreglar eso ahora, entras a Facebook y tus notificaciones son todas pendejadas que no te importan excepto una... pero no es suficiente. Lees dos páginas de un libro y te da sueño. Cuando apagas la luz y quieres dormir se esfuma. Prendes la tele. Solo hay reality shows y soft porn, que al fin y al cabo son la misma cosa. Tus amigos se gradúan. Los que abandonaron la carrera por algo más los miran con cierta envidia mientras se convencen a sí mismos de que hicieron lo mejor. Conoces a la novia del que alguna vez fue tu mejor amigo y sabes que le cagaste la madre. Convives con la misma gente que te ha visto crecer en una mesa para ocho y no tienes nada que decir excepto “Salud”. Piensas en qué hubiese pasado si no hubieses hecho esa llamada hace un mes, si no hubieses aceptado ir al cine hace 5 años, si no te hubieses besado con esa persona en aquel estacionamiento, si no hubieses creído todo lo que te dijeron durante la adolescencia, si no hubieses mentido tanto para no lastimar, si hubieses dicho que no a ese primer cigarro, recuerdas a qué sabe el jugo de naranja justo después de haberte lavado los dientes y a eso te sabe la vida. Esa es la expresión que tienes en ese momento. Te toman una foto. Te capturan para siempre en ese instante incómodo. Mandas un mensaje con doble sentido. Te arrepientes. Mandas un mensaje honesto. Bebes un poco más. Te acuerdas de cuando no bebías, te asustas de ser un adulto. Te asusta saber que te estás convirtiendo en lo que aborrecías de alguna forma. Eres ese trabajador inconforme, ese estudiante insatisfecho, un activista de sofá. Recuerdas las palabras crueles que has dicho y cómo en realidad no lo decías en serio. Recuerdas las palabras dulces de la misma forma.Te preguntas si tu vida siempre será así.

Y, por supuesto, no sabes cómo terminar este post.

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